Jensen Huang, fundador y director ejecutivo de Nvidia, es el “amo de la inteligencia artificial”. Este ingeniero de 61 años, que comenzó lavando platos, se convirtió en el empresario tecnológico de mayor prestigio global, transformando a Nvidia en un gigante con un valor de mercado que supera a Amazon y Tesla juntos. Al reflexionar sobre cómo ha sido capaz de liderar esta transformación declaró al New York Times: «Probablemente doy menos respuestas y hago muchas más preguntas ….. Ahora es casi imposible pasar el día sin hacer preguntas». En otras palabras, Jensen Huang nos invita a reflexionar que el suceso empresarial va de la mano del desarrollo de la capacidad de liderar con preguntas.

En el colegio no nos enseñaron el arte de las preguntas. Las universidades también suelen ser parte de ese eslabón rutinario de enseñanza. En algunas empresas inclusive está prohibido o al menos no forma parte del repertorio. En nuestras sociedades, vivimos como autómatas gobernados por la rutina y las reglas. Por ello, y por lo tanto, el desafío es rescatar a las preguntas del abismo, y situarlas en el centro de nuestras vidas y de nuestras organizaciones.

Parecería una dicotomía, pero ¿cuáles serían las preguntas que deberíamos formularnos para comenzar a liderar con preguntas? ¿Requerimos de algún catálogo que clasifique los tipos de preguntas? ¿Acaso precisamos, primeramente, desterrar las trampas mentales que mantienen a las preguntas maniatadas, o necesitamos desarrollar las virtudes y los hábitos necesarios para dar a las preguntas su sitial, o tal vez, requerimos desarrollar un entendimiento utilitarista de la importancia de formular preguntas?

Es muy difícil saber dónde debería iniciar este proceso reflexivo que aspira a ubicar a la pregunta en el sitial del liderazgo empresarial. Por ello, comenzaré esta argumentación sin un orden de prelación, reflexionando inicialmente sobre la necesidad de desterrar los vicios naturales que obstaculizan el camino hacia el liderazgo basado en preguntas: la arrogancia y la complacencia.

La arrogancia es un espejismo mental que distorsiona nuestro entendimiento y nos lleva a creer que somos poseedores de la verdad. Este vicio enceguecedor posiciona nuestro entendimiento de los hechos por encima de cualquier explicación que puedan apeligrar nuestras concepciones, paradigmas o visiones del mundo. Cuando la arrogancia gobierna nuestras cabezas, nuestro cerebro no tarda en convertirse en un bloque de piedra.

La complacencia, especialmente aquella que se sustenta en el éxito del pasado, también resulta en una trampa enceguecedora, pues nos imposibilita ver caminos alternativos a emprender. La complacencia, cuando domina nuestras cabezas, tiene la fuerza de aniquilar cualquier pregunta emergente, y lastimosamente, nos mantiene aferrados en el status-quo.

Naturalmente, quien tiene una comprensión del daño que ocasionan los vicios mentales, está en posición de dar el siguiente paso y explorar las virtudes del pensamiento, que son la humildad y la curiosidad.

Para ser humilde se requiere grandeza, y la grandeza deviene cuando uno es humilde. La curiosidad, arropada de la humildad, permite transportarnos a nuevos paisajes, nuevas posibilidades. La persona que desarrolla su pensamiento basado en estas dos virtudes mantiene una cabeza flexible, libre de estructuras, creadora de nuevas realidades, que no teme equivocarse, que formula preguntas, que indaga y busca respuestas, que escucha, que está abierta a nuevas ideas, que reconoce que tiene la facultad de construir nuevos caminos inexplorados, y que deben ser recorridos como una aventura, con entusiasmo, donde uno es el actor y parte del todo.

Ahora bien, la pregunta que debería surgir en este proceso exploratorio es la siguiente: ¿Al ser consciente de nuestros vicios, deberíamos aniquilarlos para dar cabida a las virtudes, o es el desarrollo de las virtudes las que anulan los vicios? Una pregunta complementaría sería: ¿Necesitamos desarrollar un hábito para generar una mente virtuosa, más preguntona, o previamente requerimos de una comprensión de los tipos de preguntas existentes, para así aplicarlas útilmente en nuestro día a día, y tornarlas en un hábito que propicie, a su vez, las virtudes mentales?

Cuando pensamos en el desarrollo de los hábitos tenemos una inclinación natural de imaginar aquellos relacionados con hacer ejercicios físicos, ir al gimnasio, o comer sanamente. Creo que sería muy importante adherir a este catálogo de hábitos el de formular preguntas. No obstante, este intento sería infructuoso si previamente no comprendemos los distintos tipos de preguntas, así como sus funcionalidades y propósitos.

Los tipos de preguntas son tan variados como la diversidad de las ensaladas. Existen las preguntas de apertura, las preguntas abiertas, las preguntas cerradas, las preguntas disparadoras, las preguntas exploratorias, las preguntas indagatorias, las preguntas retóricas, las preguntas reflexivas, las preguntas en embudo y tantas otras. Aquí la intención no es entrar a describir las características o uso de cada una de ellas, tan solo de hacer notar que ellas pueden ser tipificadas en varias categorías y, por ello, deberían despertar la curiosidad para explorarlas y aplicarlas.

Existe un paso adicional o complementario al de la comprensión de los tipos de preguntas, que es conocer y aplicar la funcionalidad o propósito de las preguntas. Así, la formulación de preguntas nos debe llevar a: i) clarificar; ii) precisar; iii) ampliar iii) profundizar; iv) proyectar; v) hipotetizar, v) sintetizar, vi) especular y tantas otras facultades del pensamiento racional.

Si nos detenemos por un instante y visualizamos el símbolo de la interrogación, podemos imaginar que tiene un parecido al anzuelo. Creo que esta similitud gráfica no es coincidencia, pues la pregunta tiene la intención de pescar nuevas ideas y posibilidades, pero sobre todo, al formularlas, tenemos el potencial de conectarnos con las personas.

Liderar con preguntas y no con respuestas es el desafío que nos impone la nueva economía. Se trata de un reto que se conjuga con la exploración de nuestros vicios y virtudes mentales, al igual que el esfuerzo y el afán de estudiar e internalizar los distintos tipos de preguntas, de sus funcionalidades y técnicas.

José Cantero Sienra

Compartir

Otros Artículos

  • Peter Drucker, gurú del management, advirtió en una ocasión: «Los errores más graves no se cometen por dar respuestas equivocadas. Lo verdaderamente peligroso es formular las preguntas incorrectas». En la implementación estratégica, una de las interrogantes más relevantes a plantearnos [...]

  • Apártate por un momento de la rutina y piensa cuántas decisiones al día tomas. Ahora profundiza ese pensamiento y plantéate qué ocurriría si existiese a tu disposición un marco de pensamiento que puedas incorporarlo para tomar mejores decisiones. Lleva esa [...]

  • ¿Cuál sería tu reacción si un amigo te dice que desea estudiar filosofía? La respuesta que afloraría de forma instantánea sería que se trata de una pérdida de tiempo, que la filosofía está en desuso, prácticamente obsoleta, que el mundo [...]